lunes

#03: Ludismo



#El simulacro de hoy: (neo)ludismo.

No, estos señores no están reparando la máquina de tejer.

#Pese a que este experimento parte de la premisa del teatro y lo fingido, me sale mejor si estoy inspirada. Hoy he tenido un par de problemas informáticos menores, de estas veces en las que te enervas porque sientes que, aunque no sabes si es la propia mecánica del chisme, la presunta cabeza pensante que está detrás, o ambos, hay algo muy idiota detrás del artefacto que estás manejando. Por eso hoy para mí es un día fantástico para quemar dialécticamente las máquinas de algodón de ayer y hoy. #

La Naturaleza tiene algo sabio y bello. Más allá de los paisajes plasmados desde el inicio de los tiempos en representaciones pictóricas y fotos de instagram; la naturaleza tiene un orden y un funcionamiento medidos y pulidos con el paso del tiempo hasta formar un sistema perfectamente armónico. Pero de repente, llegamos nosotros.

Por alguna razón, el ser humano se encontró como forma de sobrevivir con el análisis del entorno y la modificación de éste a partir de ingenios, y se decantó por esta opción. Como resultado, se colocó en un tiempo ínfimo, en comparación con los ritmos evolutivos habituales, en la cúspide de la cadena alimentaria. Le permitió controlar el entorno y sobrevivir de forma más que digna; pero no le bastó con eso. En una soberbia sin límites, el ser humano anheló tener el mundo en sus manos; y cuando lo consiguió, no se sintió satisfecho y aún pretende explotarlo, agotarlo y consumirlo para cumplir sus deseos más triviales, como si de rentabilizar un buffet libre se tratara; lo peor es que ya ha conseguido encontrar medios para ello, y no encuentra ningún inconveniente en usarlos.

Este niño abusa del buffet libre del mundo. 

En los tiempos en que la diferencia entre tener un arado o cavar la tierra a mano marcaba el poder sacar rendimiento al cultivo o no, tenía sentido el avance, tenía sentido ensalzar el progreso: ¿acaso había inconvenientes? La huella del ser humano era ínfima. No sólo a efectos ecológicos: todo posible efecto adverso derivado del mal uso de los artilugios tenía poco poder para crear caos. Por desgracia la mala intención y el uso incorrecto siempre han existido, así como los inútiles (y quede claro que siempre van a existir): pero entonces, una lanza podía matar a un hombre, pero no a miles. El horizonte de sucesos de los posibles problemas era bastante limitado.

¿Y en qué momento se revirtió eso? En el momento en el que se abrió la caja de Pandora para fabricar miles cuando antes sólo se podía fabricar uno, o para fabricar uno con el poder de miles. Un cambio repentino, no seguido por el necesario cambio de mentalidad, capaz de amoldarse y cuantificar el impacto de los nuevos útiles, modulándolo con nuevas actitudes. Ese cambio de mentalidad no sucede: son inherentes al humano la ira, el ansia y la soberbia; pero aunque fuéramos moralmente impecables, el avance de la máquina tiene un gran peligro. Todo progreso, por definición, es desconocido en el momento en el que debuta. En esos instantes, el ser humano no puede ser responsable de él porque desconoce las consecuencias de su manipulación, por lo que en ese confuso momento, puede fácilmente herirse a sí mismo.

Un científico investigando en el CERN.

El hombre se condena, tarde o temprano, al jugar con fuego. Pero es que ya no es jugar con fuego, es jugar con pólvora, láser, plasma, bombas atómicas, bombas H, y un sinfín de juguetitos nuevos y los que aún desconocemos: y todo esto, ¿para qué? Para defendernos de amenazas que generamos nosotros mismos. Para solucionar problemas que han aparecido por las mismas máquinas. Para solventar necesidades que hemos creado para vender estos mismos aparatos. El progreso es algo que se justifica a sí mismo pese a los inherentes peligros que conlleva. Tarde o temprano tendremos que pagar una factura muy cara, más aún que la que ya estamos pagando; y no me refiero a las subidas de Endesa (aunque también son un poderoso argumento contra la máquina). El progreso nos conduce de forma vertiginosa a una decadencia y catástrofe que tarde o temprano llegará, a no ser que nos esforcemos en evitarla; o en el mejor de los casos, a un deterioro progresivo de nuestro entorno a costa de la construcción de flamantes máquinas, que siguen sin darnos la felicidad soñada. Aún así habrá quien presuntamente nos lo solucione vendiéndonos la misma Stacy Malibu con un sombrero nuevo, sumiendo a la vez en la desesperación al que ya no tiene el modelo más flamante del aparatito de turno. Y mientras la ansiedad le reconcome con cada lanzamiento, la máquina de la industria sigue imparable, desbocada y sin riendas, manejando elementos cada vez más peligrosos.

Acabemos con esto. Acabemos con la dependencia de aparatos que no necesitamos, que nos dan más problemas de los que solucionan, cayendo en un círculo vicioso del que sólo podemos salir con una embestida de fuerza. Destruyamos toda esta marea de silicio, plástico y metal que nos encadena a un modo de vida que nos consume y nos contamina; defenestremos a aquellos que lo promueven y aún así son considerados los héroes de nuestro tiempo. Seamos libres, seamos lo que siempre habíamos sido, y valoremos lo que realmente necesitamos para ser felices.

#Haya paz, esto es sólo un simulacro.

Krysia

2 comentarios:

  1. Plas plas plas.

    La máquina nos hace dependientes de unas herramientas, de unas formas de vida autoimpuestas y de una sociedad que nos esclaviza. No podría estar más de acuerdo.

    PD: Echo de menos las pildoritas de grasa.
    PD2: He obviado la paradoja entre continente, medio y contenido para hacer este comentario.

    ResponderEliminar
  2. ¡Ciertamente! Estoy en duda entre destruir las máquinas de forma manual o usando otras máquinas, bombas, etc. Cada forma tiene un encanto propio: la coherencia absoluta o la paradoja de su autodestrucción.

    PD: Echo de menos subir la compra en el carrito escaleras arriba, los ascensores son huestes del demonio.

    ResponderEliminar

Comente usted sin miedo... Si lo desea, puede elegir si quiere recibir respuesta en la ideología en cuestión o en la ideología de la casa, especificándolo en su comentario.